jueves, 17 de febrero de 2011

                           Antes de Kieslowski

















Empezar un blog, en la actualidad, escribiendo de Krzysztof Zanussi puede sonarle a no pocos (especialmente a aquellos que no hayan visto nada de él, y sin embargo conozcan de oídas alguna referencia de su cine, o que desgraciadamente sólo tengan noticia de sus decepcionantes últimas cintas) de extravío monumental, cuando no directamente de sospechosa declaración de intenciones respecto al credo religioso del titular de esta página. Quienes, por el contrario, conozcan alguna de las películas que el cineasta polaco rodó entre 1969 (Struktura krysztalu) y 1980 (Constans) encontrarán bastante más justificada la necesidad de seguir reivindicando (e invitando a su visionado a los que aún las desconocen) al menos ocho de las películas que Zanussi filmó en esos años, obras que anticipan claramente el cine de Krzysztof Kieslowski, cine que algunos consideramos que no hubiera sido posible, o no habría sido el mismo, sin el camino que abrió el autor de Struktura krysztalu.

La doble formación científica y filosófica de Zanussi fue clave a la hora de poner en pié unos relatos protagonizados habitualmente por miembros de la comunidad científica sometidos a conflictos y tensiones, tanto en la esfera privada (familia, credo, amor, aspiraciones personales, etc.) como en la pública (la corrupción, el monolitismo mental, la laxitud moral de la generación anterior que, no por casualidad, ocupaba los cargos de poder en las instituciones) aunque en no pocas ocasiones los primeros, explícita o implícitamente, vinieran provocados por los segundos. Los dilemas morales que atormentan a muchos de sus protagonistas nacen de la tensión entre los ideales y aspiraciones de la nueva generación y las barreras ideológicas impuestas por sus mayores (jefes de departamento encallecidos que obstaculizan cualquier tipo de avance o que se manifiestan refractarios a la abolición democrática de las jerarquías en el mundo académico, amigos que se han convertido en profesionales exitosos a costa de traicionar sus ideales, etc.) pero también de la necesidad de hacerse esas últimas preguntas sobre el sentido de la vida, la existencia de Dios o la presencia de la muerte, que Zanussi, convencido católico y admirador del cine de Bergman, gusta de introducir en el mundo de las leyes físicas, creando un deslizamiento de certezas que hace falta reajustar para que nuestra doble condición de seres físicos y espirituales alcance cierto equilibrio. El ejemplo más brillante de lo anteriormente expuesto tal vez se halle en una de sus películas más celebradas, Iluminacja (1973), donde el doble viaje interior y exterior del protagonista, desde la seguridad de su recién estrenada vida académica y doméstica a la incerteza de su destino, una vez que, accidentalmente, le es diagnosticada una enfermedad coronaria, le sirve a su autor (en una lograda hibridación entre el cine de ficción y el documental) para trazar un mapa de las irrefrenables cuitas metafísicas del “homo cientificus” colocado en la antesala de la muerte.

Pero antes de Iluminacja, verdadero compendio del mejor Zanussi, el cineasta polaco ya había llamado la atención con sus dos primeros largos. Struktura krysztalu (1969), rodada en blanco y negro, y que supuso su debut en el largometraje, traza el reencuentro de dos viejos amigos, científicos, cuyas carreras han seguido caminos muy distintos, el primero ocupa un cargo importante en la ciudad, mientras que el segundo se ha casado y vive recluido en un pequeño pueblo donde se encarga de la estación meteorológica. La visita del urbanita social que “ha triunfado” frente al ermitaño que sigue fiel a sus eternas convicciones, le sirve en bandeja a Zanussi el sempiterno conflicto entre viejos amigos a los que la vida ha separado conforme tuvieron que confrontar sus ideales con el mundo exterior. El tema, que no deja de ser un cliché y que a veces Zanussi trata con cierto maniqueísmo (es fácil adivinar cual de ellos gozará de las simpatías de su autor), logra superar ciertas pinceladas gruesas (cfr. los avances del recién llegado con la mujer del amigo) gracias a que casi nunca permite el enfrentamiento abierto y sabe graduar sutilmente la creciente distancia (que pronto dará paso a una velada hostilidad) que se va abriendo camino entre ambos colegas, con su muy inteligente uso del sobreentendido.

Zycie rodzinne (1971), que sólo he podido ver en condiciones muy limitadas y ciertamente mejorables por su falta de subtitulado, toca sólo tangencialmente alguno de los habituales temas de Zanussi (en este caso la colisión se produce entre el presente y el pasado, al ser llamado el protagonista, un joven diseñador, al antiguo caserón familiar con motivo de la repentina enfermedad de su padre), para los que el cineasta se rodea de jóvenes estrellas del cine polaco: el inexcusable Daniel Olbrychski y el soberbio Jan Nowicki (protagonista absoluto en la posterior Spirala) encarnando al amigo que le acompañará en esa vuelta a la vieja casa familiar teñida de aires chekhovianos. Es también la primera película de Zanussi en la que aparece Maja Komorowska, que iba a estar llamada a convertirse en su actriz fetiche, y que a pesar de sus supuestas buenas dotes interpretativas, no es plato de mi gusto ni aparece (salvo en Spirala, donde ocupa un papel secundario) en ninguna de las películas de Zanussi que prefiero. Komorowska será pues la inevitable protagonista de Bilans kwartalny (1975) que no sólo por ella, y a pesar de su interesante punto de partida (una mujer en la cuarentena, casada y con un hijo, se replantea su vida matrimonial cuando se reencuentra con un antiguo amigo de la universidad), rompe la escalada ascendente (olvidemos el extravío alimenticio de Pittsville - Ein Safe voll Blut, coproducción entre Polonia y la RFA, rodada en Vermont) en la carrera de su autor, tras alcanzar la cumbre con Iluminacja.

Tras el moderado paso atrás que supuso Bilans kwartalny, Zanussi iba a clausurar su fructífera década con tres películas consecutivas que en mi opinión se encuentran entre lo mejor que jamás haya rodado. Barwy ochronne (1977) vuelve al universo académico, centrándose en el enfrentamiento entre dos colegas en un campamento de verano, representantes de la vieja guardia (magnífico, como casi siempre, Zbigniew Zapasiewicz) y de esa nueva Polonia anhelante de los vientos democráticos que por fin retirasen de la ecuación a figuras como la que encarna Zapasiewicz. Barwy ochronne, que puede verse como una versión ampliada, mejorada y mucho más incisiva y amarga de Struktura krysztalu, muestra el catálogo de tortuosas manipulaciones y velado maltrato psíquico que a pesar de su lavado de imagen (Zapasiewicz no encaja con la imagen del pequeño dictador al uso) son capaces de seguir desplegando los vigilantes del orden frente a aquellos que aspiran a introducir algún cambio en la línea oficial, aunque sea en el mundo científico y académico. Al igual que en Struktura krysztalu, el sobreentendido y el doble uso del lenguaje constituyen las armas del educado, aunque no por ello menos encarnizado, enfrentamiento, que sólo se mostrará abiertamente en sus minutos finales.

Spirala (1978) y Constans (1980) bien podrían formar parte, sin arrugarse lo más mínimo, del Dekalog de Kieslowski. Spirala (que cuenta incluso con Aleksander Bardini en el mismo papel de doctor que interpretará en el segundo episodio de la serie rodada por Kieslowski once años después) sigue los pasos de Jan Nowicki desde un albergue de montaña hasta una clínica, itinerario al que le conduce no tanto una extraña e indefinida enfermedad como su incesante anhelo de morir. El muy preKieslowskiano giro de la cinta, y que le infunde su condición última de dilema existencial, es que cuando la muerte sorprende accidentalmente al protagonista éste ya no parecía desearla, o al menos no en ese momento, donde dejaba ya de ser una elección suya para pasar a constituirse en una imposición de Dios o en una fatalidad del destino. Decisión personal (elegir su propia muerte, momento y circunstancias) que hasta entonces parecía (algo que nunca deja claro Zanussi, y mucho menos comete la torpeza de hacer que su personaje lo verbalice) haber formado parte del punzante existencialismo del protagonista durante su estancia en el albergue, donde se arrojaba a una muerte anunciada dirigiéndose a una escalada suicida en medio de la noche y sin equipo adecuado, de la que sería rescatado in extremis. Constans, rodada al principio de una década en la que los polacos de acero iban a conquistar prácticamente todos los ocho miles nepalíes en pleno invierno y siendo fieles al estilo de escalada tradicional, tiene como protagonista al hijo de un escalador fallecido trágicamente años atrás, que vive con su madre y se enfrenta a su primer trabajo. El joven, que bien podría haber sido por vocación y herencia uno de aquellos hombres de hierro que colocaron a Polonia en la cumbre del alpinismo durante la década, se ve obligado, ante la enfermedad de su madre, a reorientar su carrera entrando en una empresa donde los cuadros dirigentes encarnan a la perfección las vilezas del funcionariado (comunista o capitalista) mezquino, inmovilista y receloso ante cualquiera que pueda dejar al descubierto su mediocridad. El mayor hallazgo de Zanussi es el lograr establecer una rima vital (a la cual hace referencia el título) con elementos puramente visuales, entre el fallido intento del padre por conquistar el Himalaya y el del hijo por desafiar la maquinaria estatal, con idéntico final para ambos, que acaban literalmente colgados en las alturas, un poco también como le ocurriría a su propio autor a partir del telefilme Kontrakt (1980), que pone punto y final a su gran etapa, a la que seguirán ya las coproducciones internacionales (aunque sean tan lustrosas, y al mismo tiempo poco representativas de su cine anterior, como Rok spokojnego slonca, 1984), los rodajes foráneos y el extravío definitivo, incluso abordando sus hasta entonces habituales temas (Imperativ, 1982).



Existe un pack de 5 DVD titulado “Prizewinners Film Collection”, y cuyas copias parecen remasterizadas, que incluye Struktura krysztalu, Iluminacja y Barwy ochronne con subtítulos en inglés, francés, castellano y alemán. El pack lo completan las infinitamente menos interesantes Dotkniecie reki (1992) y Persona non grata (2005). La primera hablada en inglés y protagonizada por Max Von Sydow con subtítulos sólo en polaco, y la segunda con subtítulos en inglés, francés, castellano, italiano y alemán.

El pack de la interesante serie Telewizja Kinopolska dedicado a Zanussi tiene 3 discos, e incluye Bilans kwartalny, Spirala y Rok spokojnego slonca. Copias de buena calidad y subtítulos sólo en inglés.

3 comentarios:

  1. No es Zanussi de mis favoritos, pero vale la pena hacer el intento de hablar de lo que los demás orillan por desconocimiento o prejuicios varios.
    De todas formas, pronto se habrán olvidado por completo también de Kieslovski al paso que vamos.

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  2. Gracias, Jesús, me alegro de verte por aquí, vengo siguiendo tu blog desde hace tiempo, aunque casi nunca haya participado dejando algún comentario. Tampoco es que me vuelva loco Zanussi (y mucho menos después de 1980, donde ya no me interesa en absoluto), pero creo que tiene una década buena, y aunque hoy nadie se acuerde de él, al menos cuatro películas suyas (Iluminacja, Barwy ochronne, Spirala y Constans) me parecen equiparables a los largos de ficción rodados por Kieslowski en Polonia.

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  3. Yo encuentro superior a Kieslowski, del que de todas formas rara vez tengo ganas de volver a ver sus películas y nunca pienso en ellas.
    Casi todos los polacos, búlgaros, rumanos y de esa zona me espantan bastante, me asfixio viendo sus películas aunque las encuentre buenas.
    Por comparación, los rusos (los grandes: Donskoi, Barnet, Solntseva, Bauer...) me resultan cristalinos, reconfortantes y extrañamente cercanos, más teniendo en cuenta que he crecido en una zona donde es más fácil entender de trigo y de caballos que de zonas wifi.

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